Divas, pitucos y malandras fue el nombre de la conversación que reunió a Marisa Isabel Baldasarre* y a Marcelo Marino** en Casa Cavia a finales de febrero de 2022. La consigna del encuentro entre el director de la colección Estudios de Moda de Ediciones Ampersand y la autora de “Bien Vestidos – Una historia visual de la moda en Buenos Aires 1870 – 1914” consistió en un recorrido por los principales temas del último lanzamiento de la colección.
Bien vestidos (2021) está compuesto por los capítulos: La geografía del consumo de moda, Prácticas del hacer, prácticas del vestir, Moda y cultura visual, Modelar y disciplinar el cuerpo, La tiránica y caprichosa moda, Moda y cultura de la celebridad.
A continuación compartimos algunos párrafos de una charla que reveló el detrás de escena de la investigación que, valiéndose de una mirada contemporánea y con material pocas veces visitado, invita a ahondar en un período clave en la génesis de nuestra cultura contemporánea.
Marcelo Marino: Bien vestidos en una historia visual de la moda de una Buenos Aires que, hacia 1870, comienza a atravesar una modernidad llena de matices, extraña, en cierto punto, costosa. El inicio del texto plantea qué pasa con los sectores sociales que no suelen estar integrados al discurso de las elites, de las clases más acomodadas. En este libro, todos los habitantes de la ciudad – los agentes de la moda, los que la construyen – están puestos a un mismo nivel. ¿Qué significaba estar bien vestido en aquellos tiempos? ¿Cuánto cuesta ser parte de esta ciudad moderna?
Marisa Baldasarre: Las imágenes de época revelan una modernidad forzosa. La ciudad está en transición, todavía conserva calles de barro, y en medio, pasan estas mujeres con sus polizones y los hombres con sus frac y sus cuellos rígidos. Los habitantes se están sintiendo modernos en una ciudad aún está llegando a la modernidad. Me gusta detenerme a pensar en ese destiempo. Es más fácil y menos costoso vestirse moderno que vivir en una casa moderna, por ejemplo, entonces podríamos pensar que, a través de la indumentaria, lo nuevo se alcanza primero. En el siglo XIX, estar bien vestido significaba ser una persona honesta, confiable, con decoro. Como te mostrabas al mundo era un síntoma de tus cualidades interiores. El imperativo de verse bien, se aplicaba tanto a los sectores de altos recursos como a los más populares, aunque para unos y otros no era lo mismo. Las clases altas se cambiaban de ropa hasta cuatro o cinco veces al día para acompañar sus distintas actividades. Lo que revelan las fotografías, es que los sectores más populares también seguían la moda. La historiadora norteamericana Winifred Aldrich dice que en este siglo, más que la democratización de la moda burguesa, lo que se produce es la democratización de un deseo.
En el siglo XIX, estar bien vestido significaba ser una persona honesta, confiable, con decoro. Como te mostrabas al mundo era un síntoma de tus cualidades interiores.
Marisa Baldasarre

Marcelo Marino: En el texto aparece el surgimiento de las tiendas departamentales como un sitio de transformación profunda de la ciudad en diferentes niveles, no solo desde el punto de vista arquitectónico. Cambia su fisonomía y también las prácticas: el recorrer la ciudad ahora está pautado por estas tiendas. El libro hace un rescate de esa mirada en virtud de las tiendas con abundancia de imágenes, fotografías, bocetos, ilustraciones y publicidades. Existe un profuso registro de estos nuevos frentes y esquinas.

Marisa Baldasarre: Las tiendas instalan nuevos hábitos, no solo de compra. Abren la posibilidad de pasear, de vagar la mirada, el just looking norteamericano que también se instalaba aquí. Al igual que hoy en día, estos grandes almacenes eran un universo de aspiraciones; está claro que no todas las personas podían ser sus clientes. Estos negocios eran pensados por cabezas modernas. Había una renovación permanente del stock, existían los finales de temporada y las liquidaciones, que se llamaban oportunidades. Muchas de ellas estaban instaladas en las ochavas, aprovechando la cantidad de metros de exposición que ofrecían estas esquinas. La cultura visual que desarrollaron estas tiendas es fascinante. Me sorprendió el caudal de información con la que me encontré, comparando con la historia del arte, que es desde donde yo me acerco a la moda.

Marcelo Marino: Pienso en la cantidad de imágenes ligadas al deseo. Si no accedés a consumir moda, al menos podés verla y mantenerte informado. También aparecen las prácticas vinculadas al hacer. El texto aborda esta cuestión no solo en el ámbito doméstico. Transita por las academias de formación y la esfera industrial, indagando en los conflictos asociados a la construcción de la modernidad. ¿Cómo fue encontrarte con estas imágenes que no suelen ser recorridas?
Marisa Baldasarre: Las imágenes construyen sentido. Por un lado, tengo un vínculo emocional con ellas. Probablemente, en la mayoría de los hogares de las personas aquí presentes había una máquina de coser. Las mujeres se dedicaban a la costura más o menos profesionalmente, una práctica que se extendería a lo largo del siglo XX. Creo que el humor gráfico es una de las perlas de la cultura visual del siglo XIX. La calidad de nuestros ilustradores gráficos – muchos de ellos eran inmigrantes europeos – es sobresaliente. Reflexionaban sobre la realidad a partir de sus dibujos, y en esa instancia, la moda aparece como uno de los grandes temas. En diarios como El Mosquito o Don Quijote se reflejaban las nuevas tendencias y muchas veces, las mujeres aparecían como víctimas de los cambios de la moda. Allí aparece, quizás, lo más creativo. En las fotografías de moda hay mucho de apropiación externa, de realización extranjera, pero en el caso de las ilustraciones y de los figurines aparece una producción más local.

Marcelo Marino: Recuerdo que uno de tus deseos era que el libro se leyera en clave contemporánea. Las cuestiones de género son uno de los temas que te permitió establecer resonancias actuales.
Marisa Baldasarre: La mirada hacia el hoy modela los seis capítulos del libro. En gran medida, creo que somos deudores del siglo XIX , en el buen y en el mal sentido. Muchos de los prejuicios sobre los que todavía luchamos, ya estaban instalados en esta sociedad moderna que manejaba cánones muy estrictos en cuanto a cómo debe verse un hombre y cómo debe verse una mujer. Ese verse implicaba también un modo de comportarse. Lo que hoy llamamos cuerpo hegemónico ya estaba instalado. Existía una burla feroz hacia los cuerpos que escapaban a ese modelo, especialmente el de las mujeres, que recibían críticas que alcanzan la misoginia. Pensemos que recién hoy, a partir de movimientos como el body positive o el activismo gordo, esta cuestión cobra visibilidad. Pero a pesar de haber sido un siglo tan encorsetado, había lugar para cierta experimentación con la libertad. Las primeras corrientes feministas tuvieron una mirada muy condenatoria hacia la moda, como una práctica opresiva, hija del patriarcado. Actualmente, se está revisando esa lectura de mano de historiadoras que le están dando lugar al deseo, a la fantasía, a esa posibilidad de reinventarse. No se ve solo como una práctica limitante: también puede ser potenciadora. En ese sentido, creo que el siglo XIX puede resultar menos rígido de lo que tendemos a imaginar.

Marcelo Marino: Los últimos capítulos surgieron durante el proceso de escritura. Tuviste la necesidad de incorporar el universo de las celebridades, las divas, el travestismo. Me llamaron la atención estos personajes que empezaban a transgredir y a cuestionar la idea del bien vestir. Por otro lado, en la población se ve un deseo de adquirir lo que las divas lucían en escena.
Marisa Baldasarre: La cultura de la celebridad es uno de mis grandes temas. Me pregunté quiénes eran en aquel entonces los que marcaban cómo vestirse. La moda nos construía binariamente, algo que persiste hasta nuestros días. Me interesó indagar en qué pasa cuando ese lugar taxonómico empieza a quebrarse. Las grandes divas de la ópera y del teatro pasaron por Buenos Aires, que era un destino internacional importante. Es interesante ver cómo aparece la objetivación del cuerpo de estas mujeres. Cuando llegaban a la ciudad se producía una confrontación con la realidad. Las críticas que recibían eran descarnadas. La idea de la decepción vinculada a la moda es constante. Si bien no había filtros de Instagram ni cirugías estéticas, tanto hombres como mujeres contaban con artefactos de modelación.
Marcelo Marino: Hablando del engaño, el travestismo era tratado como un delito en aquel entonces
Marisa Baldasarre: Otros historiadores han indagado sobre la materia, como Jorge Salessi o Cristiana Schettini. Sus textos retratan a estos personajes que se movían en el límite entre el mundo del espectáculo y del delito, como los ladrones vestidos de mujer -así se les llamaba – o las mujeres que se vestían de traje para ocupar oficios masculinos. Si bien todavía no había leyes que sancionaran el travestismo, existía todo un terreno discrecional para usar la violencia institucional para rectificar la vestimenta. La indumentaria condensaba, en muchos casos, relatos de supervivencia.
*María Isabel Baldasarre, autora del reciente Bien vestidos. Una historia visual de la moda en Buenos Aires (1870-1914), es doctora en Historia del Arte, licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires e investigadora del CONICET. Es autora también de Los dueños del arte. Coleccionismo y consumo cultural en Buenos Aires; coordinadora editorial de los volúmenes Museo Nacional de Bellas Artes: Colección y co-editora de Travesías de la imagen. Historias de las artes visuales en la Argentina. En la actualidad es profesora titular de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES, UNSAM) y directora nacional de museos de la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación.
**Marcelo Marino, director de la colección Estudios de Moda de Ampersand, es licenciado en Historia del Arte por la Universidad Nacional de Cuyo. Miembro del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA) y del equipo de editor de Caiana (Revista de Historia del Arte y Cultura Visual). Miembro tesista del CIAP (Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio) de la Universidad de San Martín. Actualmente reside en Bristol, Inglaterra, y colabora en los montajes de exhibiciones con la Theatre Collection de la Universidad de Bristol y con el Bristol Old Vic.
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