Foto superior: gentileza de Express News
La colección otoño-invierno 2015 “Malón” de Catalina Rautenberg se presentó en Argentina Fashion Week
Malón
Con la pasarela aún en penumbras sonaba una vidala interpretada en vivo por Toba Gauna Cejas, Lautaro Gauna y Stefano Zucchini. Su música continuaría a lo largo del desfile, marcando el ritmo y contribuyendo a crear las imágenes que el Malón iría despertando a su paso.
Yo creo en eso de que vibrás con el bombo porque da los sonidos de acá, es lo nuestro. Antes de eso, te está pasando algo. Es una expresión corporal. Al menos a mí esta forma de pensar, no me encierra. Catalina Rautenberg
“Es música creada por nosotros”, explicaría Stefano Zucchini. “Tenía que ser especial para cada vestido y el elemento que éste cargaba. Por ejemplo, había un vestido metalizado para el que hicimos ruidos tibetanos, campanas y ruidos de metales. Al último vestido, el blanco, lo representamos con el silencio pleno”.
Las modelos irrumpieron en la pasarela: un grupo compacto y decidido de pisada firme. Los sofisticados mantos que las recubrían, así como los vestidos de demi-couture creados por Catalina Rautenberg, alguna vez habían sido frazadas. Aquellas tradicionales mantas de lana en estampado tartán o florales que se usaban previo a la llegada de la tela polar y de los acolchados sintéticos actuales.
Antes yo era más recuperadora de prendas antiguas… Ahora estoy más yo. Uso telas como muselina de seda natural, raso pesado, satén de seda natural y también reutilizo todos los retazos. Me gusta teñir las telas; las intervengo antes de transformarlas en prendas. Para esta colección usé frazadas viejas de lana gruesa. Catalina Rautenberg
Los rústicos paños de lana lucían un rico trabajo manual con encajes, bordados, alamares, apliques y pasamanería. ¿El resultado? Cada prenda era única. El contraste resultó efectivo, los vestidos eran bellos, aunque para apreciarlos hubo que abstraerse de la primera impresión que generaron las mantas. Una disrupción que nos invitó a reflexionar acerca de lo que entendemos y aceptamos como lujo y sobre el que la propuesta de Catalina Rautenberg nos habilita otra mirada.
¿Por qué no?
¿Por qué no habríamos de usar un textil noble como un paño de lana para la confección de una prenda, más allá de su concepción original?
¿Por qué no vestirnos de fiesta con esos estampados con historia, pobladores de recuerdos de infancia?
¿Por qué no hacer único un abrigo recuperando las clásicas rosas cretonas de un antiguo textil hogareño?
Los hogares argentinos en las décadas del 40 y del 50 se vestían con la cretona* Monarca de Sudamtex, la fábrica textil inaugurada en 1935.
* La cretona es originalmente una tela de lino o algodón, blanca y fuerte. Una versión sobre el origen de la palabra se atribuye a Paul Creton, un habitante de Vimoutiers, en la Baja Normandía francesa, población muy activa en la industria textil durante los siglos XVII y XVIII. El término data de 1730, tal vez procedente del topónimo Courtonne. Otras fuentes sitúan el origen del tejido en el pueblo de Creton, donde cerró el último telar en 1939.
Los abrigos de la colección de Catalina Rautenberg eran simples en sus formas (ponchos, capas, túnicas) y no pretendieron negar el carácter utilitario del material con que estaban hechos. Las polainas en piel de oveja atadas con tiras que lucían las modelos reforzaron el efecto visual de “mujeres nómadas”, a quienes la misma manta que las cubría de noche, las envolvía de día (en su necesidad de conservar lo justo y necesario).
ue en su necesidad de llevar lo justo y necesario usabanUn mismo textil que cumplió con el doble propósito de proteger del frío, dentro y fuera de casa.
Luego del impacto de los abrigos en pasarela, se desplegarían las prendas que son el verdadero eje de la marca: vestidos de cóctel, de noche y de novias. Los materiales en este caso fueron los esperados como el satén, pero siguiendo con el mismo tipo de tratamiento ornamental: hojas aplicadas, bordes deshilachados, teñidos irregulares, espaldas con acordonados. Esto le dio al desfile continuidad visual y conceptual, logrando una delicada rusticidad a partir de los materiales más finos.
Existe nobleza en el gesto de volver a la vida objetos olvidados que no han perdido ni su belleza ni su utilidad. Un gesto que el planeta necesita.
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