COP21 – El 12 de diciembre pasado en París, representantes de 195 países aprobaron un acuerdo mundial contra el cambio climático luego de dos semanas de negociaciones. Los participantes se comprometieron a reducir las emisiones de gases con efecto invernadero y así limitar el aumento de la temperatura del planeta. El Acuerdo de París tendrá vigencia a partir del año 2020 y en este enlace se pueden conocer sus detalles. Como ciudadanos es inevitable preguntarnos si el planeta dispone de ese tiempo. Las personas que sufren hoy las consecuencias del cambio climático ¿pueden seguir esperando?
Mientras tanto surgen nuevos líderes lejos del poder, voluntades individuales que creen que un mundo mejor es posible y se ponen en acción. De eso se trata esta nota, de historias individuales. Conocerlas inspira y nos alejan del cómodo escepticismo.
Modelos Productivos Sustentables: tecnología, mirada global, producción local
Ése fue el nombre de la mesa organizada por Laura Novik y Alex Blanch, creadores de la ONG Raíz Diseño, para la edición 2015 de MICA (Mercados de Industrias Culturales Argentinas). Para hablar sobre los vínculos entre sustentabilidad y diseño, convocaron a un académico, una artesana, un emprendedor y un representante de una ONG internacional. Un grupo de personas con algo en común: el interés por el otro, como los definió Alex Blanch al presentarlos.
La selección de los integrantes del panel no pudo haber sido mejor. Mediante preguntas, asociaciones y relatos propios Raíz Diseño condujo un debate que resultó rico y esperanzador. La charla comienza con la imagen superior, un retrato de la tierra de noche tomada por la NASA. “Muestra el consumo de luz. A través de él se puede ver no sólo la concentración de la población, se ve fundamentalmente la concentración de la riqueza. Es un retrato del mundo en el que vivimos.”
Basta de tazas de té
Mariano Alesandro es de Mar del Plata y desde el 2009 trabaja en la organización danesa sin fines de lucro INDEX Design to Improve Life como jefe de pensamiento futuro y tecnología. Cada dos años, la ONG organiza un concurso llamado Index Award que convoca a personas de todas partes del mundo para que envíen diseños cuya principal característica es la de mejorar la vida de la gente. “Este año recibimos más de 1.300 postulaciones. Un jurado internacional hace la selección de finalistas (46 este año) de los que resultan 5 ganadores. Cada uno de ellos recibe 100.000 euros para seguir desarrollando su proyecto. Para organizar las categorías, partimos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas.” Ya está abierta la convocatoria para la edición 2017.
Imagen: INDEX Design to Improve Life
“En INDEX no pensamos en la estética. Creemos y promovemos al diseño como una herramienta para mejorar la vida de las personas, y lo hacemos mediante este premio, exhibiciones, programas de educación y de inversión. Básicamente decimos: el mundo tiene suficientes tazas de té, basta de tazas de té, nos gustan, pero no solucionan los problemas actuales del mundo.”
Alesandro presentó varios casos como éste: la historia de un joven holandés de 18 años que buceando en Grecia se encontró con más botellas de plástico que con peces. «Se dijo a sí mismo que tenía que hacer algo al respecto y a partir de ese momento se puso a pensar en cómo resolver el problema de la contaminación por plástico de los océanos -relata Alesandro- Volvió a la universidad (Universidad Técnica de Delft) y se puso a trabajar en eso. Allí diseñó una especie de barrera con redes gigantes, de unos 30 kilómetros. Usando las corrientes marinas el sistema va reteniendo el plástico. Las redes flotan al igual que las partículas de plástico y no levantan vida marina. En los próximos 10 años habrán limpiado el 40 % del océano, de todos ellos. El plástico que sacan del mar se recicla posteriormente. Si The Ocean Cleanup Array contase con más inversión, podrían hacerlo más rápidamente y limpiar mucho más. Con 21 años, Boyand Slat es uno de los ganadores 2015 del Index Award.
Imagen: The Ocean Cleanup Array – INDEX Design to Improve Life
Por qué el diseño
“¿Por qué es importante una mirada desde el diseño? El diseño es un mecanismo que relata procesos, que facilita relaciones, que crea ocasiones de encuentro y de intercambio y que desarrolla y propone nuevas circularidades. El diseño enlaza lo micro con lo macro, lo local con lo global, lo individual con la comunidad. El diseño crea plataformas de cambio y la producción de instrumentos cognitivos. El diseño facilita instrumentos para la comprensión, ayuda al intercambio cultural mediante una propia capacidad de conectar códigos y lenguajes distintos. Traduce experiencias de lo personal a lo comunitario. El diseño favorece el diálogo en la diversidad y produce diversidad.”
Gustavo Lento es docente de diseño desde hace 25 años. A lo largo de su carrera pasó por el diseño gráfico, de indumentaria y textil. En esta oportunidad quiso compartir ideas como ciudadano más que como docente “ser la voz de quienes no tienen micrófono”.
«Pensar una ontología de diseño como una práctica interna, desde la propia interioridad que hace a la genética del diseño, son cuestiones que todavía los académicos y las universidades no han revisado en profundidad. Creo que es imprescindible referirse a una ética y una ontología para hablar de sustentabilidades. De hecho, mirado desde este enfoque, no es suficiente crear un producto que disminuya el impacto negativo en el ambiente. El diseño también debe considerar su impacto social y con eso me refiero a las condiciones de trabajo con que se piensa hoy el diseño y de ahí la rentabilidad del producto y del servicio… El 80 % del impacto ambiental de un producto se define en la etapa de diseño. Es decir, que nosotros podemos controlar como creadores a estas cuestiones que hacen al impacto… Hay que exigir que las propuestas de diseño integren los componentes y parámetros ambientales. No se pueden seguir pensando proyectos de diseño en el marco de la universidad y que eso no sea una obligación. Que los estudiantes no estén pensando en estos menesteres los pone en un retroceso total. Necesitamos un Estado presente para esto. Un producto no es sólo un bien. Es además y sobre todo, la historia de las personas, de las especies animales y vegetales que lo hicieron posible y de los procesos y relaciones que justifican su existencia.”
“No existe ambiente mejor si nosotros mismos no somos mejores. Es mentira que se pueda crear un proyecto sustentable si no somos mejores personas. Tal vez la pregunta que subyace tiene que ver con dónde está la felicidad, qué es la felicidad y dónde está la riqueza.”
«Todo aquel que cree que el crecimiento puede ser infinito en un mundo finito, es un loco o un economista. Claramente hay una hipocresía de la que nos tenemos que hacer cargo, necesitaríamos 3 planetas tierra para consumir como lo hace un británico promedio… Con los años aprendí a correrme de esta idea de mecanismo directo problema-solución, sin detenerse a mirar a los costados. La problemática que podemos hoy atravesar como docentes es compartir con los alumnos esas incertidumbres que son las nuestras. No hay ninguna solución, hay interrogantes y si podemos generar en el otro la capacidad de dudar, de reflexionar, creo que con eso podemos sentirnos satisfechos. El problema con ese funcionalismo es que nos hace creer que la solución es otro, un otro que no soy yo. Y la solución soy yo.»
Un trabajo grande en pueblos pequeños
Miryam Millan es de Posadas, Misiones. “Soy artesana básicamente y en este momento la vida me llevó a coordinar el Programa Lanas de Misiones. Soy tejedora y antes compraba la materia prima en otro lugar. En nuestra provincia no se había trabajado antes con la lana de oveja, los ovinos se consumían como alimento y la lana era desechada, se quemaba. Yo había participado de Ñandeva, el Programa Trinacional de Artesanía y como artesanos, reconocíamos a la lana como un material que nos es propio. Desde el 2012 estamos formalmente rescatándola, viéndola como material textil. Estoy acá para contar un trabajo grande en pequeños pueblos.”
Millan cuenta que una de las primeras cosas que les llamó la atención al recorrer el territorio con Gisele Seró, era que a pesar de que había más ovejas que personas, las familias encargadas de los animales no se reconocían a sí mismas como productores ovinos. Cada familia tiene entre 25 y 30 ovejas en pequeños poblados alejados de todo. Ellas hicieron esta cuenta: entre todos los pequeños productores sumaban 3.000 ovejas, lo que representa unos 15.000 kilos de lana, que procesada pasa a ser 7.500 kilos, es decir, 7.500 frazadas.
Imagen: Programa Lanas de Misiones
“Nos propusimos capacitar a las mujeres que estaban en contacto con la fibra, a las propietarias de las ovejas. No fue pensado como un proyecto, no teníamos estudios de mercado ni nada por el estilo. A medida que aparecían los problemas íbamos buscando soluciones. Nos encontramos con que procesar la fibra a mano era muy difícil. Cada productora tenía que llevarse a su casa un promedio de 10 kilos de lana. La esquila se hace en verano, que es la época de sequía, entonces las mujeres iban a los arroyos a lavar los vellones. Necesitábamos un vehículo. También un espacio físico para acopiar. En ese entonces teníamos una sola rueca para hilar la lana, ahora nos donaron 5 más. Le presentamos el proyecto a la Fundación Artesanías Misioneras. A partir de su interés ya teníamos gran parte de los problemas solucionados. El aporte del INTI fue muy importante, a ellos le mandamos la fibra para analizar, convocamos a expertos que nos enseñaron a tratar las fibras naturales y en la EFA (Escuela Familiar Agraria) nos reunimos con Diseño Industrial de la Universidad Nacional de Misiones. Los alumnos de la UNaM intercambiaron ideas con las productoras para elaborar un proyecto que solucione el problema del lavado manual. Ellos realizaron la lavadora y la filtradora que hoy usamos. Ahí pudimos volver a incluirlas a todas las mujeres que se habían ido. En el 2014 logramos un espacio físico. Nos empezaron a llamar desde Cultura para participar en las ferias, así fuimos ganando visibilidad.
“Con el transcurrir nos dimos cuenta de que el impacto en la comunidad fue muy importante. Ellos pasaron de no reconocerse como productores, a comenzar a expresarse a través de esta fibra maravillosa. Comenzaron a relacionarse con otras personas, llegaron a la ciudad, viajaron a Iguazú. Recibieron la mirada del resto de la comunidad. Ahora son respetados por sus vecinos y los familiares. Las condiciones de las mujeres rurales son difíciles, ahora se sienten valoradas y lo más importante es que toda la comunidad lo está pensando como un taller productivo. Los niños también hacen productos con sus manos en los colegios, en lugar de utilizar acuarelas trabajan la lana porque los representa, se identifican como hijos de productores.
Programa Lanas de Misiones. Imagen: Fundación Artesanías Misioneras
“En el hacer uno no se da cuenta… hoy represento a las mujeres de allá. Estoy en las Rondas de Negocios del MICA representando a esas mujeres, mostrando su producción. Ellas no tienen idea de la dimensión del lugar en el que estamos.”
Conectando
Sebastián Valdivia Acampante es co-fundador de Trimarchi, el encuentro de diseño gráfico más importante del mundo. Hace 15 años que se realiza en Mar del Plata y este año convocó a 7.000 personas sólo en la primera jornada.
“Mi mamá es de Balcarce, Argentina y mi papá de Arequipa, Perú. Desde que yo tenía dos años que vamos y venimos, lo que resulta una irrigación cultural bastante extraña y divertida. Una de las primeras cosas que recuerdo haberle preguntado a mi abuela, es qué eran esos dibujos en los vestidos de las cholas. Era lo que tenía la altura de los ojos, después le preguntaría otras cosas, pero al principio eran todas polleras. Ella me explicó que eran sus letras, que así se comunicaban. Siempre me mueve muy lindas cosas, eso de visualizar al dibujo como un mensaje. Yo decía entonces que quería estudiar diseño gráfico porque era algo que estudiaba los símbolos”.
Así comienza el relato de Sebastián Valdivia. Cuenta que su madre lo llevó a estudiar computación de muy chico en lo que él dice entre risas, debe haber sido la primera computadora de Mar del Plata “A estudiar logo y programación me mandó, una enfermedad, no se lo recomiendo a ninguna madre que nos esté escuchando.”
“Un poco más tarde me empieza a llamar la atención la música, los dibujitos animados empezaban con un pentagrama. Me encantaba imaginar que cuando alguien veía esos símbolos se le reflejaban melodías. Eso me seguía ilusionando y me seguía llevando hacia el diseño gráfico. Esto debe estar bueno, pensaba, todas las cosas que surgen a partir del símbolo y lo que interpreta el cerebro en torno a eso.”
Trimarchi 2015 – Foto de Santiago Vellini
Cuenta cómo decide ingresar en la Escuela de Artes Visuales de Mar del Plata, pero allí y entonces no se enseñaba lo que a él le interesaba. Lejos de desanimarse, empieza a juntarse con unos amigos en el quincho de la escuela para investigar otras cosas en torno al diseño. Todavía no tenían acceso a Internet, por lo que llevaban los libros que iban consiguiendo. Así nace la idea de organizar un encuentro con todo lo que descubrían.
“Íbamos por segundo año y no teníamos Tipografía porque los profesores estaban de licencia. Era algo fundamental, entonces empezamos a buscar. Mirábamos las revistas, nos preguntábamos ¿Quién es un tipógrafo? Fontana parece que la rompe, vamos a buscarlo. Encontramos una dirección de suscripción en su revista. Ahí caímos. Nos atendió una señora, Marta Almeida, que nos explicó que Rubén Fontana no enseñaba ahí, que lo hacía en su cátedra de la UBA. Teníamos 18 años y estábamos muy mal vestidos… cómo ahora… ahí caímos los zaparrastrosos y apareció Rubén a preguntar qué estaba pasando. Los chicos vinieron a aprender tipografía, le respondió Marta. Él se rio, nos hizo pasar, nos contuvo, y nos enseñó. Nunca vimos algo tan directo y con tanta pasión. Queríamos llevarlo a Mar del Plata para que les enseñara también a los chicos de la escuela. Y así fue.”
Trimarchi 2015 – Foto: Bluevertigo
“Al primer encuentro lo hicimos en el salón dónde habíamos hecho la fiesta de egresados y como no teníamos plata, le propusimos al dueño diseñarle la identidad a su marca de medialunas. Ese año explotó, al año siguiente tuvimos que llevarlo a un teatro y al año siguiente a un estadio. Y hoy es gigante, convocamos a más de 6,000 personas por edición. Desarrollamos un sello discográfico para los chicos que venían a hacer música y una editorial, todo en base a la autogestión, también una edición itinerante de Trimarchi, porque nos empezaron a llamar de otros países en dónde también hacía falta sacudir las escenas. En cada ciudad a la que llegábamos se nos acercaba un chico que nos decía: qué bueno que vinieron porque mi ciudad es malísima y no hay quien requiera diseño. Se iba él y llegaba otro chico que decía: qué bueno que vinieron porque acá no hay nadie que diseñe y estampe remeras, y así empezamos a conectarlos entre ellos.”
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