En la investigación titulada “Las ferias de ropa usada y su influencia estilística” Lorena Urcelay – Licenciada en crítica de arte y docente de la Universidad de Palermo – explora el universo de las ferias de ropa usada en la ciudad de Buenos Aires desde una perspectiva discursiva. “Es decir, el texto aborda el análisis a partir de la noción de intertextualidad de Gerard Genette y reelaborada por el semiólogo y escritor argentino Oscar Steimberg, para indagar en las apropiaciones que ciertas marcas mainstream realizan de las ferias de ropa usada. El análisis se centra en la observación y comparación de ciertos rasgos de diseño, tipo de estampas y textiles que se presentan en un circuito y otro. En este pasaje de propuestas estilísticas ¿Se mantienen los rasgos y caracteres o se producen transformaciones? Y de ser así ¿Qué tipo de transformaciones se observan? Además, propone demostrar la interconexión de ambos circuitos”
¿Qué conocemos del circuito de ropa usada?
Las ferias de ropa usada han sido concebidas históricamente solo como alternativa económica y parte de un circuito periférico. A pesar de que la bibliografía existente presenta distintos abordajes, el foco que prevalece es ese. A saber: existe gran cantidad de libros que ofician de guía comercial, con listas de espacios y recomendaciones de todo tipo para realizar una compra exitosa. Otros textos, un poco más específicos, son los relativos al consumo vintage que pasan revista a los diseñadores más importantes de cada período y el tipo de propuesta establecida por cada uno de ellos en cuanto a siluetas, estampas y tejidos. Así como una especie de capacitación para distinguir las reproducciones de las creaciones originales.
Otro tipo de exploración, surgida en los últimos años, afronta el tema desde una perspectiva político-social e indaga en ciertos mecanismos de producción muy poco transparentes. En ese sentido, dichos trabajos sacan a relucir el tráfico de donaciones a instituciones caritativas emplazadas en Europa o Norte América. Porque esas donaciones, en vez de cumplir con su objetivo de ayuda para personas carenciadas, se transforman en la materia prima de ferias de segunda mano en las ciudades del sur global. India es un claro ejemplo de esto, dado que allí se fabrican prendas que engrosan el stock de los atractivos locales de Zara o H & M. Luego, los usuarios donan esas prendas ya usadas a entidades caritativas pero en vez de cumplir con su función de ayuda, se produce un desvío. De esta manera, todo ese stock se envía a locales de segunda mano en sitios como Bangladesh o Bangalore y es nuevamente comercializado. Por último, hay investigaciones menos comunes como aquellas que relatan la historia del consumo de ropa usada, analizando las razones, vaivenes y estigmas que escoltaron esta práctica a fin de establecer una reflexión que problematice el fenómeno para comprenderlo de manera más íntegra. Pero este tipo de abordaje es realmente escaso, y eso indica el camino que aún falta por recorrer.
¿Cuáles son las diferencias entre vintage y segunda mano?
En las ferias de ropa usada se pueden encontrar tanto prendas de segunda mano como prendas vintage-usadas y, si bien ambos términos refieren al mismo universo, no implican lo mismo. Las prendas denominadas de segunda mano suelen tener como máximo diez años de confección y uso y responden a tendencias actuales tanto en relación a sus tejidos y diseño como al tipo de confección. En cambio, el término vintage-usado se emplea para denominar prendas que tienen más años de confección. Entre los estudiosos de la moda no hay un acuerdo exacto en relación a los años que se necesitan para considerar como vintage a un objeto, pero algunos sostienen entre 20 y 100 años de creación y otros creen que son entre 25 y 75 años como máximo. Pero, a pesar de estas diferencias, todos están de acuerdo en que son objetos que pertenecen a un pasado relativamente cercano y una manufactura que responde a otro período.
Este ítem es importante porque las prendas vintage, suelen exponer textiles de buena calidad y una confección más cuidada que la actual. Esto sucede porque en otras épocas la ropa se confeccionaba a partir del valor durabilidad dado que se priorizaba la calidad a la cantidad. En cambio, a partir de los 80 y 90 con la industria masiva y el fast fashion eso cambió notoriamente y la confección fue decayendo. Por eso es que la ropa vintage presenta un valor en sí mismo, además del valor agregado de ser prendas únicas. Por último cabe destacar que las prendas vintage portan los atributos típicos de su época, es decir que evidencian los rasgos que en ese período particular estaban de moda. De esta manera la prenda vintage grafica bien la tendencia bajo la cual fue confeccionada. Por ejemplo una camisa que data de los años 70, presenta un tipo particular de fibra, de colores y estampa que implica la usanza y el modo particular de producción de esa época.
También existe el término vintage-nuevo que son objetos confeccionados en otra época pero que no han tenido uso. Un ejemplo muy común es el stock de ropa que puede encontrarse en un negocio que cerró por quiebra.
¿Qué otros sentidos le podemos dar a estos términos?
Lo vintage no es sencillamente algo del pasado que vuelve, sino “eso” que el presente retoma del pasado, desde su propia lógica y conveniencia. En suma, en el objeto vintage se produce una compleja articulación temporal que, en palabras de Steimberg, “hace saltar el continuum de la historia”. En este sentido, hay una operatoria de distanciamiento que juega un rol trascendente en la resignificación. ¿Dónde radica el distanciamiento? Entre las tendencias y el objeto que fue su resultante, que al ser “arrancado” de su época, adquiere otro sentido porque se aprecia de él algo distinto.
¿Cómo se relaciona el vintage con el mainstream?
A pesar que desde el discurso se suele ver a los distintos ámbitos de la moda como compartimentos estancos, todo está conectado: la moda rápida, el vintage, la ropa de segunda mano y las grandes marcas.
Es interesante analizar el caso emblemático de la colección primavera-verano 1993 de Marc Jacobs inspirada en la estética del grunge. Desde una perspectiva histórica, la labor del diseñador fue muy destacada dado que partió de un estilo callejero para trasladarlo a las pasarelas más reconocidas. Y si bien ese movimiento no era nuevo – porque ya desde los 60 “la calle marcaba los criterios a seguir” – en Jacobs había algo diferente. Ese distintivo fue que intentó trasladar el estilo grunge sin depurarlo demasiado para que toda su audacia siga presente. Pero más allá de sus intenciones, al observar la colección, se ve que en el pasaje de lo alternativo a lo comercial el estilo fuente sufrió una notoria reducción dadas las características del medio al que esa tendencia se traspolaba.
En la colección de Jacobs se distingue una fuerte reiteración en cuanto a los textiles empleados, sus estampas, la paleta de colores, el tipo de combinaciones, así como también las tipologías y el juego de superposiciones que llegaba a tornarse casi monótono. Tal es así que a poco de ver el desfile respectivo a la citada colección el efecto sorpresa se perdía rápidamente. Una redundancia que era claro signo de aplastamiento. Es decir que si el estilo fuente desplegaba operatorias discursivas, en el pasaje a un medio comercial, éstas se convertían en fórmulas, recetas y técnicas estables. Toda una metodología en pos de la previsibilidad y la repetición que se entiende necesaria para el circuito mainstream. Es claro entonces que cuando el estilo grunge proveniente del circuito alternativo fue traspolado a su par más comercial se volvió rígido y cristalizado, y por lo tanto perdió su riesgo y brío original. Pero la versión de Jacobs tuvo tal difusión que llegó a la extensa mayoría del público y adquirió notoriedad.
Cada ámbito de la moda parece seguir sus propias leyes de acuerdo con su naturaleza.
El mainstream tiene sus propias lógicas y requerimientos y es parte del vasto mundo de la moda. La crítica, en todo caso, está puesta en que el circuito comercial toma inspiración del alternativo porque sus posibilidades discursivas son de lo más vibrantes y atractivas, pero luego no reconoce las potencialidades de lo no-comercial. Y esa es la hipótesis que impulsó toda la investigación: la idea de que la ropa usada no sólo comprende una dimensión económica, sino otros aspectos expresivos de gran fuerza estética y comunicativa. El problema es que esos rasgos, muchas veces, son apropiados o usurpados por el circuito convencional sin explicitar su inspiración o sin establecer una puesta en valor de su equivalente más under. Cabe preguntarse entonces ¿Por qué estas otras lógicas vestimentarias fueron siempre silenciadas o descalificadas? Porque dar entidad a estos métodos novedosos produce menos adhesión a las tendencias autoritarias de la moda mainstream y por lo tanto un mercado menos controlable. El procedimiento descrito también se ve a nivel nacional. En los 90 se podía advertir en marcas como Little Stone y, más acá en el tiempo, en firmas como Complot ó Ay not dead que retoman estilos provenientes de subculturas -muchas veces conformadas con prendas de segunda- pero el tipo de difusión que producen está anclada en lo modos de operar de lo comercial como única manera.
Si el mainstream toma inspiración de lo alternativo es porque allí hay algo atractivo y valioso para atender. A partir de ahí, las ferias de ropa usada podrían concebirse como espacios discursivos particulares y de gran influencia y predominio. Este tipo de consumo implica búsquedas y exploraciones particulares que exceden a la ropa. Así, indagar en sus motivaciones es reponer las preguntas que encierra; aquellas que llevan a formular quiénes somos, qué queremos, qué nos gusta y cómo nos queremos ver. En pos de dejar de entender el vestir solo desde la moda y las tendencias para comprenderlo desde el concepto de las prácticas del vestir. Así se extiende la mirada para dejar de concebir al circuito de ropa usada desde la periferia para integrarlo en toda su potencia y derribar falsos conceptos a fin de integrar otras maneras que inundan de riqueza la totalidad del fenómeno vestimentario.
Imagen: Naomi Campbell y Kristen McMenamy fotografiadas por Steven Meisel para Vogue, diciembre de 1992.
Lorena Beatriz Urcelay es actriz, Caracterizadora egresada del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y Licenciada en crítica de artes de la Universidad Nacional de las Artes, con especialización en Visuales. Desde hace más de 20 años trabaja en el ámbito de la moda y desde el 2019 se desempeña como docente es titular de la cátedra ESTILO E IMAGEN 1 de la carrera Producción de moda de la Universidad de Palermo y de la cátedra DISEÑO DE IMAGEN FÍSICA de la Licenciatura en Producción y diseño de moda del Haute Design Institute de Ciudad de México. Sus clases tienen como objetivo comprender la moda en tanto dimensión discursiva. Desde ese lugar, el propósito es unir su experiencia laboral relativa al lenguaje de la moda, con su formación académica, para generar un espacio de reflexión que ayude a comprender la moda desde la comunicación. En la actualidad cursa la Maestría en Arte moderno y contemporáneo de la Universidad Nacional de las Artes.
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