Pertenencias, la exposición en el Museo de Arte Popular José Hernández – MAP, integra proyectos textiles generados en dos países – Nueva Zelanda y Argentina – con la idea de vincular problemáticas comunes de mujeres que se desplazan de su lugar de origen – parajes rurales – a los centros urbanos, donde pierden, olvidan o callan su herencia cultural. En el marco de la muestra se realizó un coloquio en conjunto con la Universidad de Palermo, para abordar los cruces entre migración, cultura, arte y diseño del que participaron referentes de organizaciones sociales, académicos, diseñadores y artesanas de ambos países. Compartimos un resumen de la ponencia con la que buscamos analizar el vínculo entre la moda y las migraciones.
El siguiente texto es un resumen del artículo publicado en Los Cuadernos de Centro de Estudios en Diseño y Comunicación de la Universidad de Palermo. Se puede leer completo y actualizado en este enlace.

La moda es una forma de comunicación y de participación. No se trata solo de las imágenes perfectas que alimentan nuestra cultura visual cotidianamente; la moda es sobre la gente real, nuestra identidad, modos de pensar y de sentir. En la actualidad, no permanece indiferente frente al movimiento global de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares, por conflictos locales, persecución o pobreza. Siendo la moda arte y parte en uno de los problemas contemporáneos más acuciantes, contribuye a hacerlo visible. Esta presentación indaga en la moda como medio para comunicar una visión del mundo.

La Bienal de Venecia de este año fue el escenario de Dress for Our Time, una performance destinada a crear conciencia sobre el drama de las migraciones y los refugiados. Helen Storey, artista, diseñadora y docente londinense creó el ‘Vestido para nuestro tiempo’, a partir de una carpa en desuso que albergó a una familia en Jordania. El material fue donado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados – ACNUR. En el año 2016, el vestido formó parte de la exhibición “Nuestras vidas en datos” en el Museo de Ciencia de Londres. En esa oportunidad, se proyectó sobre la prenda una animación formada por puntos de luz. Cada uno de ellos representa cien vidas humanas. Las luces fluyen desde seis puntos, representando el 50 % de la población global de refugiados que involucra a Europa, el Norte de África y Medio Oriente.
La naturaleza de la moda es mixta, y en los últimos años viene respondiendo a las demandas de una sociedad más inclusiva. Sin embargo, desde el mainstream esta apertura hacia la diversidad muchas veces parece tener un tono cosmético, más que responder a un cambio de paradigma real. A menos que los cambios se hagan desde adentro, como parece venir a demostrar Edward Enninful, el nuevo editor en jefe de la Vogue británica. Y aunque nos parezca un lugar lejano, la moda aún responde a la hegemonía de las capitales de la moda, la influencia de esta publicación llega hasta nosotros.

Bajo su dirección, Rihanna fue la primera mujer negra en protagonizar la portada del número de septiembre en 2018 luego de 12 años. Enninful se describe a sí mismo como europeo, africano y británico, en ese orden. Nació en Ghana, pero se crió en un barrio londinense poblado por los recién llegados de África y el Caribe, así como los de ascendencia china, gays y blancos de clase trabajadora. “En casa vivía en África: la comida, la ropa, las personas que venían a visitar a mis padres. Y cuando iba a la escuela, estaba en Inglaterra. Las revistas están poniendo a estas increíbles mujeres en la tapa, y espero que no sea solo una moda. La única forma real de evitar que sea una moda, es hacer que gente más diversa trabaje detrás de escena». Entrevista por Robin Givhan para el Washington Post
El editor menciona la palabra clave: trabajo. Las consecuencias de la economía global basada en el crecimiento, son cada vez más críticas para los seres humanos y el medio ambiente, y la industria de la moda ha contribuido con la precarización laboral de regiones que tarde o temprano, expulsarán a sus habitantes.

La pérdida de talento que lamenta el sistema frente al endurecimiento de las fronteras, tiene un trasfondo económico. Detrás de la celebración de la escena multicultural, un subtexto parece decir: valoramos sus saberes, habilidades y riqueza cultural, pero mejor quédense en su casa. La falta de trabajo nos enfrenta a unos y a otros, y favorece la aparición de nacionalismos.
En ese sentido, una de las regiones que ha sido el blanco de las críticas por apoyar la salida del Reino Unido de la Unión Europea es Gales del Sur. Pero, también ha sido víctima del desempleo durante décadas. La estilista Charlotte James y la fotógrafa Clémentine Schneidermann se valieron de la moda para explorar las complejidades de la desindustrialización y lo que eso significa para las personas, las familias y las comunidades. Las dos mujeres vienen dictando talleres de estilismo y costura para los más jóvenes desde el año 2015. El resultado es una muestra fotográfica itinerante.

Dijo la fotógrafa: “La moda es una excusa para jugar, crear y colaborar. Nos permite retratar una comunidad que a menudo no tiene la oportunidad de llegar a un público más amplio a partir de los medios”.
En las pasarelas
En las pasarelas, las referencias al tema migraciones puede aparecer de manera más o menos literal. El diseñador turco-chipriota Hussein Chalayan, por ejemplo, se refirió a la tensión parisina y los efectos de una inmigración no integrada, a través del nombre de la colección otoño invierno 2018. La llamó Periferia en relación a la carretera que rodea París y separa la ciudad de los suburbios, donde los inmigrantes viven apartados. Por su parte, el belga Raf Simons abrió y cerró su primera colección para Calvin Klein en 2017 con la canción “Esto no es América” de David Bowie, en rechazo al muro propuesto por Trump. Cuando Viktor & Rolf presentó su colección Action Dolls en París, expresó: “El patchwork sirve para simbolizar un deseo de armonía, para crear unidad a través de la diversidad. Estas muñecas están luchando por un mundo mejor a través de ese mosaico que simboliza unidad”.

Existe una generación de diseñadores emergentes que está lidiando con la identidad moderna: los hijos de inmigrantes, la segunda generación, los atrapados entre dos mundos, los desplazados de su lugar natal. Sai Ta, creador de la marca Asai, es de origen vietnamita-chino y nació y creció en el sur de Londres cuando sus padres llegaron como refugiados en 1979. «Estuve pensando en cuestiones como la clase y el dinero. Es como si hubiese puesto a chicas quebrantadas, de familias pobres de inmigrantes, frente a increíbles miradas glamorosas”.

La diseñadora argentina Lucía Chain participa actualmente de la exhibición Sustainable Thinking en el Museo Ferragamo de Florencia. Dice: “Presenté el conjunto rector de mi colección de invierno llamada 23, inspirada en unos papeles de mi abuela. Entre ellos, encontré una declaración formal de aduana que detalla el contenido de la valija con la que ingresó a Argentina desde Hungría a comienzos del siglo pasado. 23 es el número total de piezas registradas. La pregunta que me surgió fue: ¿Qué cosas llevarías con vos en caso de tener que elegir un número tan acotado, para llegar a un destino del que no conocés absolutamente nada? Me resultó natural vincularlo con la situación que atraviesa la humanidad en relación a las migraciones”.

Por su parte, el diseñador de 27 años Samuel Ross, se refirió a las prendas de su colección AW 2019 como destinadas a la «autoconservación y la supervivencia”. La pasarela transcurrió entre dos pasillos de agua simbolizando las travesías de los refugiados, en la que artistas realizaron una performance simultánea al desfile.

La diseñadora argentina Juliana García Bello se mueve con naturalidad entre el arte y la indumentaria. Su proyecto Cascote Abandonado (que incluye piezas de joyería contemporánea y esculturas), indaga en el origen de la población de su lugar natal, Tierra del Fuego. “Alguien me dijo que en la historia de los fueguinos hay algo de abandono, producto de los exilios que son parte de la génesis de su población. Siempre se deja algo atrás cuando se va hacia otro lugar. Me interesa reconstruir y relatar la historia colectiva”. La ganadora de Autores de Moda BA presentó su colección Dora Duba en la última edición de Bafweek y en Río Grande. Allí fue al aire libre con una casa trineo, la vivienda típica que puede trasladarse de un lugar a otro y caracteriza la naturaleza nómade de sus habitantes.

La universidad es el lugar en el que se debaten y establecen nuevos paradigmas para la sociedad en su conjunto. En el proyecto LentoModeOn, liderado por el profesor Gustavo Lento, el estudio del diseño de indumentaria tienen un marco ideológico ineludible. Dijo: “Para la primera edición del año 2017 elegimos a los muros como paradigma. Personalmente, pensé que después de la caída del Muro de Berlín no había lugar en el mundo para más. Lamentablemente se vuelve a hablar de ellos. Con la presentación apelamos a correr las fronteras y a derribar muros: los míos, los tuyos, los de Trump. ¿De qué sirve la creatividad si no está anclada en la humanidad? interpela el diseñador.”
En la universidad

La diseñadora argentina Vicki Otero, cuenta sobre mujeres que trabajan. “Creo que hoy los diseñadores tenemos el compromiso de contarnos desde nuestro lugar. Soy hija de una española que llegó como inmigrante de un lugar muy pobre. Mis abuelas eran de una aldea, trabajaban en el campo. Tengo fijadas en la cabeza las pocas fotos que existen de ellas, trabajando la tierra y cuidando los animales. Estaban todas vestidas de negro y de largo, con unos delantales impecables. Llevaban las mangas arremangadas para trabajar.” La transformación morfológica de las mangas y los delantales, son dos de las características más identitarias de sus diseños.

Para la presentación en Bafweek de la colección Verano 17 -Industria Argentina- la diseñadora recreó el ambiente de un taller textil ambientado en los años 40 / 50. El amor por el oficio y el respeto por las personas que lo ejercen, se hizo presente en las herramientas y el espacio de trabajo. El timbre fabril que marcaba los finales de turno incluido en la banda de sonido, nos alertó y nos transportó a una época en la que el trabajo era la base del progreso.

Un de los ganadores de la última edición del concurso Autores de Moda BA, el diseñador Eduardo de Crisci, representó las consecuencias de la pérdida de los puestos trabajo en la figura de un carrito de supermercado vacío. Una referencia a la situación social y económica presente poco frecuente en la moda argentina .
En el museo
Los museos son otro de los ámbitos en los que se debaten las ideas que atraviesan nuestro tiempo y dan forma al paisaje cultural. El Museo de la Moda de Amberes – MoMU – anunció la exhibición Cutting Fabrics, Breaking Borders: Textiles como resistencia para el año 2020. En esa muestra, las piezas de tela y prendas de vestir evocarán su condición de refugio, resistencia, tradición, espiritualidad y descolonización. Particularmente en tiempos de guerra y crisis.

La investigadora textil Pennina Barnet, escribió: “Si la fotografía captura el instante, la tela y la ropa contienen el tiempo de manera diferente; retienen una huella sobre el tiempo continuo. La tela nos recibe. Toma vida, es animada y transformada por nuestros movimientos, se desgasta en los codos y el doblez habitual de las rodillas, se rompe cuando caemos. Hasta podríamos decir que la tela es un tipo de memoria, encarnada y material.”
Cuando el hogar se convierte en un lugar extraño, las prendas son el vestigio que llevamos puesto. La moda, además de comunicar, puede contribuir a reparar el tejido social a partir de la generación de trabajo digno e inclusivo. El trabajo es, quizás, el refugio más deseado por quienes buscan una vida mejor y muchas veces, una vida posible.

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